Relato sobre la Conquista de América

Los cuatro capítulos de la conquista de América

A finales del siglo XV, la visión del mundo que tenían los imperios de Europa cambió para siempre. Un navegante genovés, empeñado en hallar para España nuevas rutas comerciales hacia el Oriente, tropezó con las costas inesperadas de un continente entero, al que llamaron de distinto modo: “el Nuevo Mundo”, “Las Indias Occidentales”.

Pronto se tuvo noticia de los fabulosos tesoros naturales que en esa nueva tierra abundaban, o de los pueblos aborígenes que entre ellos habitaban, y ante la crueldad y la codicia de los europeos, la Iglesia Católica tuvo que intervenir. Entonces, el papa Alejandro VI anunció que el nuevo continente debía estar bajo el control de la corona europea y que debía destinarse a la expansión del cristianismo, es decir, que los nativos debían ser convertidos a la religión “verdadera” y que se les debía mostrar la compasión cristiana.

Es por eso que España fue la primera en hacerse con el control del continente, y debió enfrentar a los pueblos nativos mediante la guerra, mientras que otros imperios, como el inglés o el holandés, se animaron a colonizar partes del nuevo continente más adelante, cuando la Reforma Protestante les permitió deshacerse de los mandatos del papado. La historia de la conquista de América por las potencias europeas se divide en cuatro partes diferentes: la conquista española, la conquista portuguesa, la conquista francesa y la conquista británica.

Primer capítulo: la conquista española

La conquista de América comenzó del todo con la llegada de Colón a las costas del Caribe en 1492 y el anuncio a las coronas de España y de Portugal de sus fabulosos descubrimientos a lo largo de tres viajes consecutivos. Ambas naciones se dedicaron a explorar ese nuevo mundo y sus fronteras respectivas debieron ser delimitadas por el papa y acordada en el Tratado de Tordesillas de 1494, para así evitar enfrentamientos.

La primera colonia española fundada en el nuevo mundo nació en la isla de La Española (actualmente el territorio de Haití y de la República Dominicana) el 5 de diciembre de 1492, de la mano de estos primeros expedicionarios. Desde allí, en los años venideros, se expandió la presencia española hacia otras islas del Caribe, como Cuba, y eventualmente hacia las costas de la actual Venezuela, donde en 1500 se fundó la primera ciudad europea del continente, llamada Nueva Cádiz, en la isla de Cubagua.

El comercio y el intercambio con los pueblos indígenas más amigables de la región (como los Taínos), así como el enfrentamiento con los más belicosos (como los Caribes), fueron inevitables ante la expansión colonial de los recién llegados. Del mismo modo supieron de grandes y prósperos reinos que existían en la distancia, por lo que pronto nuevas misiones de exploración se dirigieron hacia el norte y el sur del nuevo continente.

La llegada de Cortés de México

Fue así que en 1518, una expedición al mando de Hernán Cortés llegó a la isla mexicana de Cozumel y de allí a las costas de la Península de Yucatán, para luego iniciar su ascenso hacia el norte, a las tierras del Imperio Mexica. En el camino fue interceptado por comitivas diplomáticas del emperador azteca, Moctezuma Xocoyotzin, quien le entregaba obsequios y joyas, pero también le pedía que detuviera su avance ya que no serían bien recibidos en la capital de su imperio. Pero cada regalo espoleaba más y más la ambición de los conquistadores.

Los mexicas, además, se habían ganado el odio y la rivalidad de todos los pueblos vecinos, sometidos a dominación y tributo por el imperio, de modo que la presencia de los españoles, a quienes muchos encima admiraban como a seres míticos sacados de leyendas y profecías, fue recibida como una oportunidad para alzarse. Bajo falsas promesas de libertad, Cortés convenció a los Tlaxcaltecas y a los Totonacos de firmar una alianza contra los aztecas y sumarse a un gran ejército que marcharía sobre Tenochtitlán.

El 8 de noviembre de 1519, Cortés y su ejército llegaron a la capital azteca. Moctezuma, indeciso aún respecto al carácter divino de los invasores, los recibió con honores y fue prontamente secuestrado por ellos. El saqueo y la imposición de la religión católica no se hicieron esperar, como tampoco las primeras masacres, lo cual desató el alzamiento del propio pueblo mexica, que rechazó la autoridad de Moctezuma y echó a los españoles de la ciudad.

Este es el inicio de la guerra de conquista de México, una saga larga y cruel que finalizó el 13 de agosto de 1521, con la caída de Tenochtitlán y el fin del Imperio Mexica. En su lugar, el Virreinato de la Nueva España estaba por nacer, y los conquistadores pronto llevaron la guerra al resto de los indómitos pueblos aborígenes, muchos de ellos sus propios antiguos aliados.

La conquista del Tawantinsuyu Inca

El éxito militar y logístico en México les abrió el camino a nuevas expediciones en otras regiones del continente. El imperio incaico, por ejemplo, recién emergido de una destructiva guerra civil entre los hermanos Huáscar y Atahualpa, recibió la visita de Francisco Pizarro en 1532.

El conquistador, replicando las artimañas de Cortés en el norte, se entrevistó con el emperador Atahualpa, lo apresó, lo ejecutó, y se alió con el bando de su hermano y también con otras etnias aborígenes sometidas por el imperio incaico, que comprendieron aquella alianza como una oportunidad de liberarse.

Las tropas españolas y sus aliados indígenas tomaron la capital del Tawantinsuyu el 14 de noviembre de 1533, y colocaron a un rey títere en el trono: Manco Cápac II. Pero este último se rebeló y comenzó una guerra en 1536, que buscaba restaurar el gobierno incaico. Los españoles vencieron en el conflicto y el incanato tuvo que mudarse a Vilcabamba, en donde resistió hasta 1572, cuando el último soberano Inca fue ejecutado: Tupac Amaru I.

Nace la América hispana

Si bien estos dos fueron los casos más insignes de conquista militar y política de los pueblos precolombinos por parte de los españoles, hubo otras muchas guerras de conquista similares a lo largo y ancho del continente, con resultados más o menos similares: la derrota (y a menudo exterminio) de los soldados aborígenes y el sometimiento de los restantes a un proceso de colonización y transculturación que cambiaría el destino de la región para siempre.

En su momento de mayor presencia en América, hacia el año de 1790, el Imperio Español dominaba casi la mitad de las tierras del continente, desde el Cono sur, la costa entera del Pacífico y las llanuras del norte de Suramérica, pasando por centroamérica y la mayoría de las islas del Caribe, la región mesoamericana y diversas zonas del sur y costa oeste de lo que hoy son los Estados Unidos.

Segundo capítulo: la conquista portuguesa

La conquista de territorios americanos por la corona portuguesa inició en 1500, respetando los acuerdos establecidos con su vecino, el Imperio español, y se limitó a la vasta región sudamericana que hoy conocemos como Brasil. Allí se establecieron más de 10 capitanías generales, aunque para hacerlo la corona portuguesa debió enfrentarse en varias ocasiones a los franceses y los holandeses, quienes trataron de hacerse con territorios americanos y llegaron incluso a conquistar temporalmente las ciudades de Río de Janeiro y Recife.

El primer europeo en reclamar las tierras del Brasil para la corona portuguesa fue Pedro Álvarez Cabral. Durante varias décadas, la relación entre la corona portuguesa y los pueblos tupiguaraníes o arahuacos de la región fue de comercio e intercambio de materias primas, en favor, obviamente, de los europeos. Pero al percatarse de la presencia de holandeses, franceses y británicos haciendo lo mismo, se tomó la decisión en 1530 de controlar las costas del Brasil y fundar colonias portuguesas.

Así, Brasil se dividió en regiones productivas, en las que abundaba el palo del Brasil, pero también se introdujo la caña de azúcar, procedente de la isla de Madeira, y que con el pasar del tiempo acabaría siendo la principal fuente de ingresos del Brasil colonial.

Los portugueses, además, poseedores por decreto papal de los derechos exclusivos para el comercio de esclavos africanos, introdujeron masivamente a los “infieles” de Guinea, Nigeria y otras poblaciones africanas en América, para su utilización en las plantaciones, alterando para siempre la constitución étnica del Brasil.

Sin embargo, la mayoría de las capitanías generales fracasaron, excepto las de Pernambuco y Sao Vicente. Eso no impidió que un éxodo masivo de ciudadanos portugueses hacia el nuevo mundo ocasionase la fundación en 1548 del Estado de Brasil, y su primera sede colonial, Salvador.

Tercer capítulo: la conquista francesa

En comparación con los españoles, portugueses y británicos, la conquista y colonización de suelo americano por parte de los franceses fue bastante menor. Y, a diferencia de sus vecinos europeos, Francia se interesó activamente por controlar territorio americano en el siglo XVI, gracias a las exploraciones de Samuel de Champlain, y prosiguió intentándolo sin mucho éxito hasta el siglo XVIII.

Los primeros acercamientos franceses a América tuvieron lugar en el siglo XVI, principalmente en América del Norte, durante el reinado de Francisco I. Inicialmente se buscaba un pasaje hacia el océano Pacífico en la región próxima a la Florida y Terranova: tanto Giovanni da Verranzano como Jacques Cartier estuvieron entre los primeros exploradores en conocer esos parajes. En el tercer viaje de este último explorador, se estableció, en lo que sería a futuro Quebec, una fortificación llamada Charlesbourg-Royal, que luego fue abandonada a mediados de siglo por la inclemencia del clima y la hostilidad de los nativos.

Más adelante, alrededor de 1562, hubo nuevas expediciones de hugonotes franceses hacia el nuevo mundo, con el propósito de establecer una “Florida francesa”, pero fueron repelidos violentamente por los españoles, que consideraban suya toda la región. Sin embargo, Samuel de Champlain tuvo mejor suerte en el siglo XVI. Así se logró fundar una serie de colonias francesas en América del Norte que, durante los siglos XVI, XVII y XVIII conformó el Virreinato de Nueva Francia (Nouvelle-France), cuyo territorio abarcó durante su apogeo (a mediados del siglo XVIII) toda la zona centro-oriental de los actuales Estados Unidos y la parte atlántica de Canadá.

Aunque la colonización francesa tuvo que hacer frente a la resistencia de los indígenas iroqueses y otros pueblos nativos que se resistieron a su presencia, sus principales enemigos fueron las otras potencias imperiales, especialmente España y Gran Bretaña. Estos últimos, de hecho, le arrebataron sus colonias americanas a los franceses en el Tratado de París de 10 de febrero de 1763, al término de la guerra franco-india, poniendo fin para siempre a la Nueva Francia.

Cuarto capítulo: la conquista británica 

El Imperio Británico se interesó por el Nuevo Continente a comienzos del siglo XVII, ya que temía quedarse atrás en el reparto de las tierras frente a España y Portugal. Sus esfuerzos se centraron en América del Norte, donde tuvo su primera propiedad americana en 1607: el fuerte Jamestown, en el actual estado de Virginia, Estados Unidos. Ese fue el primer intento exitoso de colonizar una región americana, sobre todo luego de la pérdida misteriosa de la Colonia de Roanoke, en Carolina del Norte. Otros importantes asentamientos británicos en América tuvieron lugar en Jamaica y Barbados, islas ubicadas en pleno Caribe.

Entre el siglo XVII y XVIII, Gran Bretaña fundó 13 colonias en territorio norteamericano: Bahía de Massachusetts, Nuevo Hampshire, Rhode Island, Connecticut, Nueva York, Pennsylvania, Nueva Jersey, Delaware, Maryland, Virginia, Georgia y Carolina del norte y Carolina del sur. En ellas se producía tabaco, arroz, algodón y materiales navales, con una importante mano de obra esclava suministrada desde Londres. Y para su establecimiento, se libró una guerra sin cuartel contra las tribus aborígenes de la región, sostenida hasta bien entrado el siglo XIX. Así fueron diezmadas las poblaciones de los sioux, los mohicanos, los apaches, los chicksaws, seminolas y cherokees, y eventualmente forzadas a ocupar un rol secundario en el nuevo estado colonial.

Las trece colonias británicas en América fueron las primeras de todo el continente en independizarse de la metrópoli europea, a través de la Revolución Estadounidense que tuvo inicio en 1763 y se prolongó durante 20 años consecutivos. Un ejemplo que inspiró a las colonias españolas a hacer lo mismo durante el siglo XIX.

Referencias:

¿Qué es un relato?

Un relato es un conjunto de sucesos reales o ficcionales organizados y expresados a través del lenguaje, es decir, un cuento, una crónica, una novela, etc. Los relatos forman parte importante de la cultura, y contarlos y/o escucharlos (o, una vez inventada la escritura, leerlos) constituye una actividad ancestral, considerada entre las primeras y más esenciales de la civilización.

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¿Cómo citar?

"Relato sobre la Conquista de América". Autor: Equipo editorial, Etecé. De: Argentina. Para: Enciclopedia de Ejemplos. Disponible en: https://www.ejemplos.co/relato-sobre-la-conquista-de-america/. Última edición: 29 marzo, 2023. Consultado: 12 abril, 2024.

Sobre el autor

Fecha de publicación: 20 noviembre, 2021
Última edición: 29 marzo, 2023

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